Anabel, miraba los adornos de Navidad primorosamente
colgados del abeto, la entrada estaba viva con gente entrando y
saliendo, no parecía la entrada de un hospital. Quizás esa era la idea,
disfrazar hasta lo más gris de Navidad.
Tocó el cristal de la ventana totalmente empañado, tras meses de
rehabilitación sólo podía mover los brazos, hay realidades que no se pueden adornar. La
primera vez que abrió los ojos y se vio postrada en la cama su humor decayó, no
tenía los 20 y una estupidez ya le había costado el caminar, lamentó muchas
veces subir a ese coche, haber bebido aquella noche, e incluso haber salido.
Conforme pasaban los meses iba recibiendo visitas, regalos, disculpas, su
familia se volcó en que nunca se quedara sola, a ellos les bastaba tenerla allí
con vida, y sin embargo ella, había deseado la muerte algunas veces, nunca
había sentido tanta pena por ella misma. Pero los meses que pasaron tras salir
del coma y el esfuerzo por abrir los ojos, por mover cada uno de sus dedos, por
poder hacer algo tan sencillo como hablar, le sirvieron para darse cuenta de que tenía una
familia de verdad, amigos que nunca creía haber tenido, una pareja fiel, una
fuerza que no había creído nunca tener…Ninguna Navidad, por blanca y luminosa
que fuera le había abierto tanto los ojos.
Tenía a todos sorprendidos con su repentino optimismo, llenó
su vida de planes para cuando saliera del hospital. La niña perezosa que nunca
quiso estudiar ahora se planteaba hacer una carrera, centrar su esfuerzo en una
mayor recuperación, adaptar su vida a las dificultades de salud y económicas.
La vida no la había castigado, le había dado una segunda oportunidad, al
principio le pareció macabra pero después asumió que era la única que tenía y
decidió aprender a vivirla con esfuerzo y cariño a todos los que le ayudaban,
nunca fue tan grata ni tan cariñosa. Cogió
la mano de su novio y le dijo “ Lo único que me entristece, es que haya tenido
que pasar esto, para darme cuenta de lo que me quieres y de lo que te quiero,
de todo lo que tengo y no veía. “ Hacía mucho que los dos no sonreían juntos y
Anabel olvidó por un momento la cama del hospital, sólo pensaba que ya quedaba
menos para salir de allí.
La Navidad podría ser una oportunidad para darnos cuenta de
que lo cotidiano también es bonito, por
muchos adornos que queramos poner, la realidad siempre es la misma, por mucho
dinero que gastemos en regalos, el amor siempre es el mismo, por mucho que
queramos ignorar la tristeza y las desgracias ajenas, siguen ahí. La Navidad no
debería ser una vacuna temporal para ignorar la infelicidad, la Navidad no
sirve para más de lo que no seamos capaces de ver en un día normal de nuestra
vida.
Espero que después de leer te des cuenta de si realmente
eres infeliz o lo eres porque no sabes aun lo que tienes, de ser así no esperes
más para verlo, abre los ojos y mira a través de los opacos adornos de la Navidad, qué personas son las que adornan tu vida con alegría y te quieren de verdad.
Y ahora sí: FELIZ NAVIDAD!!!
1 comentario:
me ha llegado a mi interior tu cuento navideño, pienso que cada día debemos de valorarnos y querernos mucho a nosotros mismos de esa forma apreciaremos todo lo bueno que nos rodea, y obviaremos lo mediocre.
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