miércoles, 15 de diciembre de 2010

Freud dijo: “Vivir acompañado no es un consejo, es la única forma de vivir”


La primera vez que le conoció, todo era misterio, desde su mirada hasta cada palabra que intercambiaban, usaba sarcasmos y cuando bailaron, parecía estar muy seguro de lo que hacía. Se vieron algunas veces más y no mucho tiempo después empezaron a verse todos los días, compartieron muchas cosas, y él, que siempre fue un “tipo duro”, empezó a ir cantando por la calle, a contar chistes que sólo a él le hacían gracia, en una ocasión confesó que algunas noches, necesitaba pensar en ella para poder dormir y llegó a coleccionar un gran álbum de momentos juntos.

Algunos quizás se pregunten ¿Qué pasó?

Muchas veces cuando tenemos confianza en alguien le damos una copia de nuestras llaves, en este caso la confianza fue el principio del fin, cuando ella entró, allí ya no estaba el chico sarcástico y egocéntrico que había conocido. Dejó las llaves encima de la mesa y le dijo que no era por él, sino por ella. Cuando se fue la puerta se cerró, y las llaves quedaron dentro.

La moraleja perfecta se la dio el maestro Freud, que escribió:

" jamás nos hallamos tan a merced del sufrimiento como cuando amamos; jamás somos tan desamparadamente infelices como cuando hemos perdido el objeto amado a su amor. Si esperamos que el amor nos genere la felicidad que nos tiene que dar el trabajo, las relaciones, los proyectos, no sólo nos quedaremos sin amor, sino que además, nos sentiremos profundamente defraudados. Si no proyectamos nuestro futuro, no podremos ser felices. La felicidad es la realización de un trabajo, en conjunto entre dos o más personas. Y si no, no hay felicidad. Tenemos que reconocer los errores propios cometidos en la relación de pareja, la parte de responsabilidad que tenemos en ese fracaso y estar abiertos a nuevas personas, no porque sea necesario tener pareja para vivir, pero sí es necesario amar a otros para vivir. “

Para todos aquellos que buscan su alma gemela. (imagen de las manos de los amantes de Teruel)

viernes, 10 de diciembre de 2010

Quien no entiende una mirada tampoco entenderá una larga explicación.


Cuando somos pequeños y descubrimos el mundo queremos saberlo todo, imitamos gestos y aprendemos en sociedad. Pasan los años, y nos convertimos en adultos que creemos saberlo todo, dejamos de escuchar a los demás y olvidamos todo lo que somos, porque el humano por sí mismo no es nada, nos enseñaron a hablar cuando las abejas se comunican ya por instinto, ellas tienen su propio lenguaje de movimientos , realizan un trazado de movimiento con forma de ‘8’ que significa la dirección en que se encuentran las flores con referencia al sol. Pero nosotros, somos los amos del mundo.

Por suerte, desde el principio supimos que no somos unos sin los otros, y la mayoría, tuvimos al menos la oportunidad de que nos enseñaran a vivir, aprendimos lo que nos enseñaron y nunca debemos culpar a los que por no tener oportunidad, no aprendieron a sentir. Y el niño que creció en la calle y el que cada noche recibía un beso forman parte de la misma historia, uno tendrá miedos y otro le enseñará lo que es vivir sin nada que perder.

Cuando escuchamos de verdad crecemos un poco más siempre, y no basta con escuchar las palabras, las palabras mienten. Seguro que os suena el alguna típica historia, como la chica con vaqueros que se acerca, él la mira, o mejor dicho su subconsciente le hace mirar y su novia aprieta los labios, haciéndose el gran silencio:

-¿Qué te pasa?- pregunta él.

-Nada.- responde ella.

Nunca es nada, y siempre es algo, pero él no se da cuenta, porque ya ha olvidado a la chica de los vaqueros, y sólo se pregunta qué ha hecho mal ahora. No sabemos interpretar las miradas. ¿Acaso hay que nacer con intuición o decidimos que era más fácil no mirar a los ojos?

Quizás, esa chica o chico que se sienta a tu lado y que aparentemente no tiene nada que decir, tenga una sonrisa que no ves y sus ojos brillen cuando la saludas. Pero tú, estás ocupado pensando…dejémoslo en pensando… Y no te das cuenta que no cuesta nada mirar a sus ojos y concederle un par de minutos, sin prepotencia y sin prejuicios, si cuando se juntan dos ríos se hace fuerte la corriente¿Por qué no dejar que te enseñen lo que aún no has aprendido?