viernes, 30 de diciembre de 2011

Buscando entre adornos, no encontré la Navidad


Anabel, miraba los adornos de Navidad primorosamente colgados del abeto, la entrada estaba viva con  gente entrando y saliendo, no parecía la entrada de un hospital. Quizás esa era la idea, disfrazar hasta lo más gris de Navidad.  Tocó el cristal de la ventana totalmente empañado, tras meses de rehabilitación sólo podía mover los brazos, hay realidades que no se pueden adornar. La primera vez que abrió los ojos y se vio postrada en la cama su humor decayó, no tenía los 20 y una estupidez ya le había costado el caminar, lamentó muchas veces subir a ese coche, haber bebido aquella noche, e incluso haber salido. Conforme pasaban los meses iba recibiendo visitas, regalos, disculpas, su familia se volcó en que nunca se quedara sola, a ellos les bastaba tenerla allí con vida, y sin embargo ella, había deseado la muerte algunas veces, nunca había sentido tanta pena por ella misma. Pero los meses que pasaron tras salir del coma y el esfuerzo por abrir los ojos, por mover cada uno de sus dedos, por poder hacer algo tan sencillo como hablar, le sirvieron para darse cuenta de que tenía una familia de verdad, amigos que nunca creía haber tenido, una pareja fiel, una fuerza que no había creído nunca tener…Ninguna Navidad, por blanca y luminosa que fuera le había abierto tanto los ojos.

Tenía a todos sorprendidos con su repentino optimismo, llenó su vida de planes para cuando saliera del hospital. La niña perezosa que nunca quiso estudiar ahora se planteaba hacer una carrera, centrar su esfuerzo en una mayor recuperación, adaptar su vida a las dificultades de salud y económicas. La vida no la había castigado, le había dado una segunda oportunidad, al principio le pareció macabra pero después asumió que era la única que tenía y decidió aprender a vivirla con esfuerzo y cariño a todos los que le ayudaban, nunca fue tan grata ni tan cariñosa.  Cogió la mano de su novio y le dijo “ Lo único que me entristece, es que haya tenido que pasar esto, para darme cuenta de lo que me quieres y de lo que te quiero, de todo lo que tengo y no veía. “ Hacía mucho que los dos no sonreían juntos y Anabel olvidó por un momento la cama del hospital, sólo pensaba que ya quedaba menos para salir de allí.

La Navidad podría ser una oportunidad para darnos cuenta de que lo cotidiano también es bonito,  por muchos adornos que queramos poner, la realidad siempre es la misma, por mucho dinero que gastemos en regalos, el amor siempre es el mismo, por mucho que queramos ignorar la tristeza y las desgracias ajenas, siguen ahí. La Navidad no debería ser una vacuna temporal para ignorar la infelicidad, la Navidad no sirve para más de lo que no seamos capaces de ver en un día normal de nuestra vida.
Espero que después de leer te des cuenta de si realmente eres infeliz o lo eres porque no sabes aun lo que tienes, de ser así no esperes más para verlo, abre los ojos y mira a través de los opacos adornos de la Navidad, qué personas son las que adornan tu vida con alegría y te quieren de verdad. 

Y ahora sí: FELIZ NAVIDAD!!!

domingo, 11 de diciembre de 2011

La isla de la desilusión


Tenemos miedo de las tormentas, a las alturas, a la oscuridad, a estar solos…el miedo es un mecanismo de defensa, todos lo hemos sentido es como un presentimiento de que algo va a suceder, el estómago se nos hace pequeñito y estamos en alerta, con los cinco (en mi caso seis) sentidos puestos a nuestro alrededor. Tener miedo, es una cuestión de supervivencia, quien no lo tiene no es un valiente, es un inconsciente.
Todo esto ya lo sabemos, mi duda es ¿por qué a veces tenemos miedo de cosas que aparentemente no son un peligro?  Me refiero a cosas que deberían ser cotidianas, como el decir cómo nos sentimos, el conocer de verdad a alguien, en compartir algo con ese alguien. ¿Tenemos miedo a subir en el barco de una relación? Son muchos los que se tiran por la borda o lo dejan zarpar. Todo tiene un puerto desde donde parte y otro puerto donde llega, nada puede quedar a la deriva eternamente, eso lleva consigo el hundimiento del barco.


 Ese miedo a avanzar es inevitable tenerlo, siempre es más seguro quedarte en tierra firme, pero al igual que tener miedo es inevitable, tener ilusiones también lo es. Las ilusiones son castillos de arena que no puedes evitar construir una y otra vez. Te han dado palos por todos sitios, pero no importa, sólo es un momento para dejar volar la imaginación, un rato en ese universo paralelo que has creado y en el que no importan los problemas , sólo caben historias perfectas.Nadie puede asegurarte que tu castillo no se derrumbará, como tampoco puedes saber a ciencia cierta que lo hará, una ilusión trae consigo una emoción, no todos reconocemos que nos ilusionamos y esas emociones quedan frustradas. ¿Cuánta frustración podemos aguantar por miedo? Tenemos miedo a perseguir lo que queremos porque somos cobardes, nos da miedo que las ilusiones se rompan, pero si no se rompen una de dos: o se cumplen o se frustran. Quedarte en tierra es un sentimiento de seguridad meramente aparente, en realidad estás abocado a la desilusión ¿No merece la pena subir en el barco por una vez? ¿Y si una sola ilusión que se cumple vale por todas las perdidas?

domingo, 4 de diciembre de 2011

¿Cuándo muere la belleza?

Anoche se me hizo tarde y olvidé tirar la basura, necesitaba despejarme y aproveché para dar una vuelta, era un viernes frío, con poca gente en la calle. Podía oír el sonido de las hojas muertas que el viento deslizaba en el suelo, el ruido de una farola al fundirse y el de los cartones que un hombre recogía. Tiré la bolsa, sin poder evitar perderle de vista, llevaba una camisa deteriorada, olía a sudor y un poco a alcohol, pero sobretodo a sudor, vi que llevaba alianza de casado, él, que no parecía ser consciente de que le observara, arrastraba dos grandes cartones por la acera y los colocó bajo un soportal, una manta y una bolsa eran sus únicas pertenencias. Ambas las llevaba en un carrito de bebé, parecía cansado pero su mirada era serena. ¿Quién era y quién había sido? Me pregunté, estaba o había estado casado, probablemente hubiera tenido un hijo hace tiempo, un hogar y puede que un trabajo…seguro que como yo estudió, planeó una vida que no creo que estuviera destinada a aquello.

No es que me sorprendiera ver a un “sin techo”, por desgracia hay muchos en todas partes, me sorprendió que pese a aquel aspecto sucio y deteriorado, se podía observar un vestigio de antigua belleza en su cara, debió ser muy guapo de joven. Tenía percha como para imaginarle en una oficina o en un banco, era de esas personas que nunca pierde la elegancia y la seguridad al caminar. Recordé las estrellas fugaces, las más brillantes de todas y las que menos tardan en apagarse, esa imagen podía ser todo lo que quedaba de su estrella.

La belleza no muere cuando envejecemos, muere cuando estamos solos, cuando un maldito vicio nos quita la libertad y nos aleja de los que queremos y nos quieren, muere cuando el orgullo no te deja ver, cuando ya es tarde para todo ¿por qué damos lugar a que sea así? Conservar la belleza, es conservar lo que llena tu vida, esto es más de lo que creemos, nuestra vida se llena de pequeñas y grandes cosas. Para que se entienda terminaré, contando un cuento que me enseñaron, porque si no, este blog no debería llamaría así:

Un profesor de filosofía, quiso explicarles a sus alumnos de que se componía la vida, cogió un bote de cristal y en él metió muchas pelotas de pin pon. “Estas son las cosas principales que todos necesitamos para vivir”,dijo, sin embargo, en el bote quedaban huecos que rellenó con canicas. “Estas son todas las personas que queremos, sin ellas, estaríamos solos”. Pero en el bote de la vida seguía habiendo sitio, para algo más. “Esta arena, es pequeña grano a grano, pero cuando la juntas, se hace una montaña, son las pequeñas cosas que de verdad nos llenan todos los días”. Y la arena llenó todos los huecos vacíos que quedaban. Todo lo que tenemos es importante, desde lo más simple que hagas hasta lo más grande, en nuestros botes, sólo hay sitio para lo que nos hace feliz, ni más ni menos. Las drogas, el orgullo, la tristeza o la soledad no deberían estar en el de nadie.